Minerva se tiró
encima de la cama e intentó acapararla toda con los brazos. Alex simplemente se
encogió de hombros, dándole a entender que le daba igual. Entonces empezó a
quitarse la ropa. Al principio ella no se había dado cuenta ya que se había
tumbado boca abajo y estaba descansando, cansada de tanto andar y bailar. Pero
él le lanzó los calzoncillos a la cara y ella los apartó con un grito.
- ¡¿Se puede saber que demonios haces?!
- Mi casa, mi cama. Hago lo que quiero, si te
molesta ya sabes donde está el sofá.
Alex estaba de
pie en frente de Minerva completamente desnudo. Ella impresionada no pudo
evitar mirarle el miembro, pero después avergonzada y completamente roja se
cubrió la cara con las manos.
- ¡Haz el favor de taparte, cochino!
- Vamos, ni que fuera la primera vez que ves uno-
tras el silencio de ella, prosiguió- ¿no me digas que no habías visto nunca
uno? ¡Pero si es lo más normal del mundo! Vamos, no seas vergonzosa- al ver que
ella seguía sin responderle decidió taparse- está bien, tranquila, ya está.
Él se había
puesto unos calzoncillos y unos pantalones que había encontrado tirados por el
suelo. Ella se atrevió a entreabrir los dedos de la mano que le cubría la cara
y miró a través de ellos. Cuando comprobó que ya se había vestido se incorporó.
Seguía con la cara roja, la vergüenza no se le había pasado.
- Será mejor que durmamos de espaldas.
- ¿Piensas compartir la cama con un depravado que
te ha enseñado el pene a la primera de cambio?- él se empezó a reír, pero eso a ella
no le hacía ninguna gracia.
- Basta de bromas, no me hace gracia que te rías
de mí, tu también serías virgen en algún momento de tu vida, ¿no?
- ¡Por supuesto! Y no me estaba riendo de ti por
eso, no deberías avergonzarte de serlo. Tan natural es una cosa como la otra.
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