R llevaba las
manos metidas en los bolsillos y la cabeza gacha. Nunca le habían gustado las
despedidas y menos aún si eran de esa forma. D estaba frente a él moviendo
nervioso las llaves del coche. R levantó la mirada.
- ¿Vas a echarme de menos?
- Sabes de sobra que sí…
- Oh, vamos, ¿quieres dejar de hacerte el
orgulloso?
D era la persona
más orgullosa del mundo, la más cabezota también. Y eso R lo sabía desde
siempre, pero si había una persona por la que D se había tenido que tragar su
enorme orgullo, ese había sido, sin duda, R. Por muy extraño que pareciera,
eran dos piezas que encajaban a la perfección. Y ese era su principal problema,
las cosas perfectas no existían. Dai no aguantó más y se echó a los brazos de R
llorando.
- ¿Por qué te tienes que ir? Quédate… por favor.
- Sabes que no tengo otra opción. Además tú
siempre me decías que todo tenía un final y éste es el nuestro.
- No, Ray, no, ¿es que no lo ves? ¡Yo siempre he
sido un idiota! Nada de lo que haya dicho tiene sentido, lo único que he sabido
hacer es perder el tiempo enfadándome, chillándote, haciendo que te arrastrases
por mí cuando lo único que me hacía falta es que me quisieras.
- Y yo te quería, pero…
- Lo sé, ahora ya lo sé.
/Vuelta a la odiosa rutina, yo aún no me he acostumbrado
espero que a vosotros os haya ido mejor :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario