Me fui con tu
recuerdo aún clavado en las pupilas y ahora que había vuelto te juro por dios
que no había pensando en ti ni un solo segundo, ni uno solo. Pero este maldito
diciembre nos tuvo que volver a juntar. Ni el chocolate más caliente del mundo
pudiera haberme hecho entrar en calor como hicieron tus ojos en ese momento. Se
me paró el mundo con solo ver tu sonrisa y las palabras se me estancaron en la
garganta. Y me sacaste de la cola y me ofreciste tu chocolate y yo solo podía
sonreír. Y me abrazaste y me preguntaste que qué tal el viaje y yo sonriendo. Y
me contaste que ahora tú estabas ilusionado y que habías aprovechado ese tiempo
como nunca y a mí se me fue la sonrisa. Y me preguntaste que qué pasaba, pero
yo ya estaba lejos, muy lejos deseando no haber vuelto, deseando no haber
entrado a por ese chocolate caliente, deseando no haberme cruzado con tus ojos,
esos que siempre me hacían tanto daño. Y no pude imaginar, ni un poquito, que
mentías, que tu corazón seguía sangrando por mí y que tus ojos… tus ojos
seguían tan mentirosos como siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario