Desde que Ray se
había ido D no había vuelto a ser el mismo y eso saltaba a la vista. Ya no quedaba
ni rastro de su risa, de sus ganas, de su ilusión. Ahora que estaba sin él se
había dado cuenta que estaba más solo de lo que nunca podría haber imaginado.
Se había centrado tanto en sí mismo que había ido perdiendo amistades y el
miedo que tenía a mostrarse tal como era había creado una distancia insalvable
con su familia.
Llegó a casa
tarde, de madrugada, después de haberse pasado la noche solo perdido entre
bares, con la vana esperanza de
encontrarse a R en alguno de ellos. Lo que más le apetecía en aquél momento era
darse una ducha para despejarse, pero si lo hacía despertaría a sus padres y
estos verían lo borracho que iba. Se quitó la ropa y cuando se iba a meter en
la cama un débil carraspeó lo llamó desde la puerta. Era su hermana pequeña.
Iba descalza y abrazada a su oso de peluche.
- ¿Puedo dormir esta noche contigo? Es que tengo
miedo, escucho ruidos en mi habitación y si se lo digo a los papás seguro que
se enfadan.
1 comentario:
ja, no habla muy bien de los padres eso!
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