24 ene 2012

Es muy de príncipe

Pero él tenía razón. Llegar ahora no implicaba ningún  grado de madurez, no demostraba que podía arreglárselas sola, simplemente que sabía irse de fiesta sola. Así que subió. La casa era muy pequeña, y más aún en comparación con la de Minerva. La puerta de entrada daba a un pequeño salón separado de la cocina por una barra. En el salón a penas cabía un sofá, una televisión y una estantería llena de libros. No había mesa donde comer, en la cocina tampoco, pero en la barra, en el lado del salón, había tres taburetes, supuso que comería ahí. La cocina era todavía más minúscula que el salón, a penas cabía una persona cocinando y todos los electrodomésticos tendrían seguramente más años y más kilos de suciedad que ellos dos juntos. Únicamente había dos puertas, una comunicaba con un baño enano. En él tan solo cabía una ducha, un retrete y un lavabo. La otra puerta comunicaba con la única habitación de la casa, que no desentonaba con el resto de la casa, en ella había una cama, no demasiado grande, y un armario, aunque no entendía mucho la utilidad de este, pues toda la ropa estaba tirada por la cama y el suelo de la habitación. Lo único bueno era que tenía un pequeño balcón que daba a la calle donde habían estado minutos antes.
- Perdona por el desorden, pero no estoy acostumbrado a recibir visitas por el día- dijo sonriendo pícaramente.
- Pero solo tienes una cama.
- No te olvides del cómodo sofá que hay en el comedor.
 Ah, bueno, gracias por cederme tu cama, muy de príncipe.
- Ah, no, ¿no creerás que voy a dormir en ese horrible sofá?
- Pues claro, además, ¿no decías que era muy cómodo?
- ¡Era ironía! De ningún modo pienso dormir ahí, es mi casa, esta es mi cama y esa es la habitación de invitados- dijo señalando al comedor.
- Entonces, ¿quién va a dormir ahí?
- ¡Tú eres la invitada!
- ¡Ni hablar!

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