- ¿Pero qué dices? Tampoco es para tanto.
- ¿No? Pues ven demuéstrame que tú sabes hacerlo
mejor- le tendió una mano, pero ella la rechazó con una enorme sonrisa.
- Vale… He de reconocerlo, no está nada mal.
¿Dónde has aprendido a bailar así de bien?
- Ya te lo he dicho antes, ¡en Puerto Rico!
- ¿De verdad has estado? Me encantaría ir…
- Tonta, ¡esto es Puerto Rico!
Se echaron a
reír y así transcurrió la noche, después de un par de copas Minerva estaba
mucho más dispuesta a aprender a bailar salsa. Y cuando ella había empezado a
pillarle el truco los echaron, pues ya estaban cerrando. Habían sido los
últimos en salir y a pesar de que el sol ya brillaba en lo alto del cielo,
hacía frío. El joven bailarín de salsa se quitó la camisa y se la puso por los
hombros a Minerva. A ella ya hacía rato que se le había pasado el aturdimiento
que le había producido el alcohol, pero continuaba igual de desinhibida.
Echaron a andar sin saber muy bien hacia dónde, pero acabaron en la puerta de la casa de él. Entonces, se quedaron
quietos bastante incómodos.
- Bueno, ¿quieres subir princesa?
- No, lo siento, no puedo- al principio lo dijo
muy seria, pero continuó con una sonrisa puesta- mi madre, la reina, no me permite subir a casa de desconocidos.
- Oh, por dios, ¿después de esta noche sigues
considerándome un simple desconocido? Además a tu madre dejaste de hacerle caso
en el momento que bebiste de mi copa, ¿y has visto? No te ha pasado nada malo.
- Tienes razón, pero eso no quita que sigas siendo
un completo desconocido. De verdad, que príncipe tan maleducado, ¡ni siquiera
te has presentado!
- ¡Ah, qué es eso!- se arrodilló le cogió la mano
y tras besársela le dijo- my lady, me hacen llamar Alex, pero vuestra merced
puede llamarme como ella desee, ¿y a usted, señorita, cómo debo llamarla?
La poca gente
que pasaba a esas horas por la calle se les quedó mirando con una mezcla de
sorpresa y diversión, pero a ellos no les importaba, ni siquiera se habían dado
cuenta de que había gente a su alrededor.
- ¡Basta de formalidades! Después de hacerme
bailar salsa, ¡no puedes hablarme así! Llámame Minerva, pero nada de diminutivos
si no quieres hacerme enfadar.
- Está bien, Miner- sonrió tras la mirada cargada
de furia que ella le había dirigido al escuchar el diminutivo- ¿Subes o te
quedas? Si no recuerdo mal, te has ido de casa así que no tienes donde pasar la
noche.
- Hace rato que dejó de ser de noche.
1 comentario:
Me gustó mucho la historia. Se lo ve tan divertidos y algo desafiantes con sus palabras.
Simplemente precioso.
Besos agridulces *-*
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